martes, 1 de enero de 2008

Los monjes antonianos, militares en nombre de San Antonio Abad

La orden de San Antonio Abad, es decir, los monjes antonianos, tuvieron dos ocupaciones principales, salvar vidas por un lado, y salvar la fe cristiana y los territorios en los que el Islam amenazaba con acabar con el cristianismo, por otro. Sin embargo los escritos no hablan de ningún cruce entre estas dos órdenes de la Iglesia, más allá de sus hábitos y la veneración a su patrón, y el nuestro, San Antonio Abad.

La orden militar de San Antonio Abad se crea hacia el año 370, en Abisinia, la actual Etiopía. Los monjes antonianos militares vestían un hábito negro, sobre el que llevaban colgada una gran Tau, o cruz de San Antonio Abad, de color azul. Las flores de lis que portaban en sus capas los distinguían del resto de sacerdotes que también estaban bajo la advocación del Santo de Coma, pero éstos dedicados a difundir la fe. Los monjes militares antonianos tuvieron su origen en el capricho del Emperador Juan de Abisinia, que aterrado por el avance del Islam en sus territorios, formó un ejército de monjes bajo la protección del patrono de la zona, que no era otro, que San Antonio Abad.

De esta forma se creó la primera orden militar de monjes dedicada a San Antonio Abad. La misión que se les encomendó fue la de “morir en la defensa de la Fe Católica, guardar los confines del Reino e Imperio, obediencia a la Santa Iglesia Romana, a su señor natural y a sus Superiores”. Para llevar a cabo sus tareas, la Orden se dividió en dos grupos, perfectamente diferenciados, los monjes y los caballeros. Cada uno de estos grupos poseía sus casas, mandos, actividades y reglamentos. Los nobles y los vasallos del reino estaban obligados a entregar sus segundos y terceros hijos a la Orden, y ésta a su vez, tenía la deuda de dedicar tres mil de sus caballeros a la defensa y el servicio del emperador. Los nuevos integrantes de la Orden debían cumplir con un estricto noviciado antes de formar parte de la milicia cristiana. Este período de formación y prueba, consistía en pasar tres años en el presidio del mar Bermejo, en tierras etíopes. Después de otros tres años en la Isla de Meroe, frente a Egipto, y otros tres en la frontera con Bonu ya estaban preparados. En ese momento la Orden les otorgaba el Hábito de San Antonio Abad, a partir de ese instante el juramento les obligaba a no pelear entre cristianos, guardar obediencia a Roma y no casarse sin licencia del Papa.

El hábito que les era impuesto a estos nuevos Caballeros Comendadores de la Orden de San Antonio Abad, llevaban todos en común una llamativa y representativa Tau azul. Sin embargo, los monjes vestían túnicas con las mangas cerradas y la capucha sobre la cabeza, mientras que los militares de San Antón portaban sus túnicas con las mangas abiertas hasta el suelo y con pequeños bonetes en la cabeza. Las diferencias entre monjes y militares bajo la advocación del Patrón de los animales no quedaban sólo en las vestimentas, la vida de los dos grupos era bastante diferente.
Por un lado los monjes dedicados a la contemplación, el rezo y la vida espiritual se afanaban por parecerse cada día más a su líder espiritual, el padre de la vida monacal, San Antonio Abad. Para estos monjes las salidas del monasterio estaban prohibidas y las comunicaciones con el exterior se encontraban meticulosamente reguladas, mientras que los militares pasaban la mayor parte del tiempo fuera de los conventos desarrollando labores de guerra y planificación bélica.

La orden militar no proliferó por Europa, ni mucho menos en España. Sin embargo, los monasterios en honor a San Antonio Abad si poblaron la cornisa norte de nuestro país. Castrojeriz y Olite fueron claros ejemplos de ello. En estas dos ciudades norteñas, los hospitales de la Orden de San Antonio Abad desarrollaron su labor con gran profundidad y arraigo.

La fundación de esta rama de los monjes antonianos en el año 1095, aprobada por el Papa Urbano II, fue mucho más interesante según cuenta la leyenda. Todo comenzó con la terrible epidemia de la enfermedad del “fuego sagrado” que invadió Francia en el siglo IX, justo después de que llegaran a tierras galas los restos de nuestro Santo patrón. Hubo miles de enfermos, y:
“Entre los miles de afectados se encontraba Girondo de Valloire, hijo del noble Gastón de Valloire quien, viendo peligrar la vida de su vástago, hizo voto de ofrecer sus personas y bienes a San Antonio Abad si por su intercesión restituía la salud a Girondo.
Padre e hijo aceptaron tal voto y al día siguiente el enfermo comenzó a mejorar. Esa misma noche, Gastón tuvo un sueño en el que San Antonio le decía que había curado a su hijo gracias a la petición que había hecho a Dios.
Por tanto, solicitaba que los bienes ofrecidos se emplearan en socorrer a los afectados por el fuego sagrado. Mientras hablaba el santo ermitaño, Gastón pensaba si su hacienda alcanzaría para todos los enfermos y pobres como acudirían de las provincias afectadas. Fue entonces cuando san Antonio le ofreció su báculo en forma de la letra griega «tau» y le mandó que lo hincase en la tierra. Obedeció el noble los santos designios y vio cómo crecía súbitamente un gran árbol cuyas ramas se esparcían en todas direcciones, produciendo gran abundancia de flores y frutos, bajo los cuales se veían muchos pobres sin pies ni manos que, en presencia de tan gloriosa sombra, se recreaban y consolaban.
Ante la atónita mirada de Gastón, san Antonio procedió a explicarle tal visión: «Advierte que tú has de plantar un árbol en el tronco de la piedad y en la raíz de la caridad, y este árbol extenderá sus ramas muy largamente y de sus frutos se sustentarán los pobres».
A los pocos días de esta visión, Girondo, se levantó completamente restablecido. Fue entonces cuando padre e hijo donaron sus personas y hacienda a san Antonio, cosieron en sus vestiduras la señal del báculo que les había dado el ermitaño e iniciaron la tarea encomendada: nacía así la Orden de los Caballeros de San Antonio Abad”(1)

(1) Texto extraído del artículo La Orden de la Tau, publicado por la web La Historia Ignorada

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